mercredi, avril 12, 2006

Muerte, Muerte Mía

Cuando al atardecer las flores se mustian y el ganado vuelve al establo te acercas astutamente a mí y me susurras palabras que no comprendo.

¿Confías de este modo cortejarme y conquistarme, adormecerme con el opio de tus fríos besos, Muerte, Muerte mía?

¿No será nuestra boda una suntuosa ceremonia? ¿No adornarás con una guirnalda de flores tus rojos rizos?

¿No hay nadie que te preceda enarbolando tu estandarte y tus rojas antorchas no inflamarán la noche, Muerte, Muerte mía?

Acércate tocando tus crótalos, en una noche sin sueño.

Revísteme con tu mano escarlata, estrecha mi mano y llévame contigo.

Que tu carroza está dispuesta ante mi puerta y que tus caballos relinchen de impaciencia.

Levanta el velo y, orgullosamente, mírame cara a cara, Muerte, Muerte mía.

Busqueda de dios

Una composición muy bonita de un par de líneas sobre el fiel que se acerca, o se cree acercar a Dios...


Un hombre quería hacerse asceta.

Era una hermosa noche y dijo:

‘Ha llegado el momento de que abandone mi casa y busque a Dios. ¿Quién me retuvo tanto tiempo con estas engañosas ilusiones?’

Dios murmuró: ‘Yo’. Pero el hombre no comprendió.

Dijo: ‘¿Dónde estás, Tú que tanto tiempo te escondiste de mí?’

A su lado, su mujer dormía dulcemente, con un niño entre los brazos.

La voz contestó: ‘Dios está aquí’.

Pero el hombre no comprendió.

El niño lloró en sueños y se estrechó contra su madre.

Dios ordenó: ‘Detente, insensato, no abandones tu casa’. Pero él no comprendió tampoco.

Dios suspiró y murmuró tristemente: ’¿Por qué mi siervo creerá que me busca cuando se aleja de mí?’